Este último --domingo, digo-- me gustó un pequeño texto de la sección "El bloc del cartero" que publica XLSemanal de ABC. La recojo por si alguien se pasa a echar una ojeada.
La señora tendría ochenta y pico años muy bien llevados, era
pequeñita, con el pelo blanco, con ojos azules y limpios, y se abrigaba
con un chaquetón de muchos inviernos.
La dependienta de la tienda de congelados la saludó y
preguntó con una enorme ternura qué deseaba. Después de un rato de duda y de
consultar los precios escogió un cuarto de menestra de verdura, cinco croquetas
de bacalao y cinco gambas rebozadas. En total: 3, 40 euros.
Cuando pagó, vi que llevaba un solo billete de cinco euros
en el monedero. Mientras ella buscaba el dinero, la dependienta, a
hurtadillas, le puso una croqueta y una gamba más.
La anciana, dando alegremente los buenos días, salió con su
bastón y su pequeña bolsa de congelados. La dependienta siguió despachando. Los
pocos clientes que allí estábamos nos miramos en silencio, y en los ojos de un
señor de aspecto curtido y con barba me pareció ver una lágrima furtiva.
Ante tanta miseria moral que nos rodea, y ante las
constantes noticias de quienes se enriquecen indecentemente, creo que la figura
de la anciana, de la dependienta e incluso la del señor de la barba consiguen
arrojar un poco de dignidad y de aire limpio en nuestra sociedad, y que podamos
pensar que no está todo perdido. Federico. Badajoz.
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